lunes, 8 de febrero de 2010

¿Amor u Odio?

Confesaba Platón que cuando el amor nos hiere, cualquiera se convierte en poeta, aunque nunca antes hubiese sido favorecido por las musas:

Mis manos frías son reflejo de tu ingrata frialdad. Mi cara sin expresión, cristalina a tu egoísmo y carencia de emoción. Mi profundo odio evidencia el amor frustrado hacia un ser maldito, cobarde, de corazón petrificado. ¡El fin de sus días a mi vida se ha adelantado!

Pedazos de cristales de espejos rotos que desgarran hoy mi interior, para recordarme poquito a poco que tú ya no eres nadie y yo una luchadora sin meta, ni gratificación. La falsedad te ampara y la verdad es sólo de aquellos que la quieren entender. La tristeza anida en mí, encontró el mejor refugio donde subsistir.

Los remedios, los consuelos ya no existen en este derrotado porvenir. Me quitaste la vida. Exigencias del guión, que hoy, como el buen escritor te ruego que devuelvas sin retraso ni compasión. Sin tardanza, ni ruegos de perdón.

Gesticulas y no consigo averiguar a qué juegas con mi desdichada desolación. ¿A qué juega el agua cuando se derrama y evapora? Perdiéndole la vista hasta el día en que ella quiera volver, hasta el día en que ella de nuevo se volverá a perder.

Ahondas en la herida sin cesar, como el goteo continuo del grifo mal cerrado. No consigo comprender quién se ríe más de mí, ¿quién se ha burlado más? Tú, o el destino sin compás.

Cuando el orgullo desespera, cuando el rencor nos hace gritar, es sin duda el amor que te profeso el que obligada habré de ocultar.

Añoranza estúpida que aún te guardo cuando ya tan sólo eres parte del olvido más lejano. Olvido, que no regresa y que sin embargo nunca se fue, nunca fue en vano.

Rosa de los desiertos

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