lunes, 15 de febrero de 2010

Dos segundos desde que te perdí; y cinco años que vives en mí. Sigo detenido en la estación de tu ser a la que llamo "ilusión", y viviendo en la de mi mente, a la que nombro "esperanza".

Dicen, que el periodo de vida de las relaciones, son como un tren de largo recorrido; el problema es saber donde bajarse. Yo un día me baje en la tuya después de pasar por varias estaciones en blanco y negro. Recuerdo ahora cuando observé cómo las agujas de la intuición cambiaban, desviando el tren a tu vía, viajaba cansado y oxidado.

Cerca estaba tu estación, repleta de seres con miradas de curiosidad, pegadas todas ellas a los cristales de la envidia, y la discordia.

Días antes, tuve una premonición: el revisor claveteaba en mi mente-próxima estación:¡Ilusión!, Mi tren provenía del "sexto sentido".

Por fin, posé mis pies en el andén, miré el reloj que marcaba tres minutos y cuarenta segundos de adelanto, el tiempo necesario para enamorarme de ti... y allí, mismo comenzaron a trabajar los cerebros, entretenidos en confeccionar su mejor obra: el conseguir conectar nuestras miradas, prohibiéndoles separarse.

Estabas frente a mí, divino pecado del hombre, con gestos suaves y meditados… en esas horas se anunciaba ya la noche, que clamando a la luna, le pidió que iluminara aún más tu rostro.

La maquina de supervivencia, en la que me había convertido últimamente dejó de funcionar, en aquel período canicular, en que te conocí. Trás descargas de felicidad y escalofríos, débil y desarmado, símil caballero abatido, arrojé el yelmo, al palenque, "inútil pensar"…¡ ya no era dueño de mi!.

Con los días, tu perseverancia y mi morbo fueron más protagonistas que la razón, absorbiéndola en cada momento.

Amor: el jefe de estación nos llamaba a gritos, quería que le obedeciéramos, y absortos caímos en el abismo de lo desconocido. Enrocando tu mente, te aliaste a él, y con sutilezas de mujer, penetraste en mis filas. Un día, terminado ya mi tiempo de jovenado, paseando por el parque del querer, con risas de complicidad, entre pinos imponentes, viviendo mí lucha ético-carnal, te invite a que escucharas a este simple mortal mientras té susurraba fragmentos de los libros, de mi retórica perdida... Y habiéndote acabado de pronunciar el ultimo poema de amor, mis indignos labios besaron los tuyos, sellando así la doliente despedida, de un amor imposible.

Pero…fue entonces cuando mi pituitaria inhalo el placer, y borrachos de deseo carnal, por última vez sobre el manto blanco que cubría hacía días el condado, entregamos nuestros cuerpos al delirio.

Al día siguiente, entre sollozos me llamaste. Repitiéndome que había sido una locura, que tomáramos la sexualidad como placer...Dejé de verte, de escucharte, pero no de sentirte, desapareciste de la faz de la tierra...

La ausencia de "Ilusión" comenzó a ser para mí, como un agujero atravesándome el pecho, no perdí la fe de volverla a ver, es por ello que permanezco oculto en uno de los vagones de su estación, angosto en la vía de la apatía, escribiendo cartas sin final, ¡esperando una señal!.

Terminé una de mis cartas al quedarme dormido, y soñé; como cada mes una rosa, sin importar matices, ni colores, era depositada en tu camarote, que descolgábamos el teléfono, ganándole la carrera a la soledad, llevando la palabra al ser querido, y como en nuestras mutuas preguntas incontestadas, continuadas de silencios, nos queríamos, sin querernos.

En una noche de luna llena, te llame para ponerte a prueba en un deber a cumplir, sin imposición: debías salir de tu hogar, alejarte unos cientos de metros de la monótona ciudad, adentrarte en el bosque, y una vez allí; mientras colocabas tus brazos en cruz, sentir la brisa fresca, en tu rostro escuchar al silencio como respiraba contigo suavemente, y al ver nacer al sol de su sueño, regresar rápidamente al hogar, y escribir lo primero que te viniera a la mente, dedicándoselo al amor... obedeciste, sin tener porque y esa madrugada escribiste una sincera carta de amor dedicada ...cosa que yo no supe, de su existencia hasta que me confesaste que la habías enterrado junto a la promesa de volver, cuando las miradas de curiosidad y los miedos perecieran en el mismo lugar, en que un día, de despedidas, pedimos un deseo a la Virgen Patrona.

Ahora, transcurrido un tiempo; despierto, en la oscuridad de mis letras, después de dos segundos de ausencia, y cientos de cartas inacabadas. Te he vuelto a encontrar; bella, radiante como siempre, escuchando; entre clarines y clarinetes, en el interior de los portones de la sabiduría como, nacía una marcha triunfal, que invitaba a cerrar los ojos sintiendo mil sensaciones: entre ellas la alegría. Me miraste a los ojos, viendo los míos humedecidos en lágrimas y acercándote a mí me dijiste: he vuelto a buscarte, dejando para siempre atrás mis miedos. Coge mi mano y sal de ese vagón de silencios. Haz caso al jefe de estación que nos da la ultima oportunidad de subir al tren destino "futuro", y alejándonos de aquí. Unamos nuestras almas, y viajemos de estación en estación, por ese jardín ferroviario llamado mundo.

"Que la "esperanza" disfrute de una rosa inmortal y de su "ilusión" incombustible."

Se sentó en el despacho, todavía con el pelo empapado y agarrando la taza de malta, que se había preparado, sorbió de ella, levantando la cabeza miró a la pantalla del ordenador, y con esa sonrisa que portaba desde el bosque de pinos, escribió al amanecer, sus ojos atravesaron, las gotas de lluvia nueva, buscando más inspiración en la sierra próxima, de donde acababa de llegar; escribió más segura que de costumbre, con palabras dictadas por el amor que sentía, como si supiera de memoria aquella historia tantas veces soñada, pero que aún no se había animado a escribir...¡esta vez era distinto!...no era algo idealizado por ella, no era una más de esos pensamientos que ella tejía en su cabeza, plasmándolos en el papel y que acababan por deprimirla...;


Dos segundos desde que te perdí, y cinco años que vives en mí.


FugazNazarí

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